Friday, March 7, 2014

Fabiola Rinaudo. Crónicas mundanas. : Reflexiones de la mediana edad

Fabiola Rinaudo. Crónicas mundanas. : Reflexiones de la mediana edad:                     (De una galería de arte de New Orleans, LA) Siempre fui una torturada. Mientras los otr...

Reflexiones de la mediana edad



         
         
(De una galería de arte de New Orleans, LA)



Siempre fui una torturada. Mientras los demás destinaban su tiempo a ocuparse de cosas practiquísimas y esenciales para la vida yo me pasaba hablando del sexo de los ángeles. O de la caída de los turcos en Bizancio.
Sin entender jamás la geometría euclidiana – en realidad, el adjetivo es totalmente innecesario- me vi influenciada, entre otras, por las ideas de Bertrand Russell, seguramente porque mi adolescencia  fue difícil, como la suya, ya que todo estuvo bien hasta que se me empezaron a cruzar ideas de lo mas “originales” respecto de temas como la religión y el sexo, lo que me valió no pocos quebraderos de cabeza. (Ni que decir a mi santa madre, que debió, desde temprano, empezar a lidiar con un pichón de librepensadora). Pero no sólo eso. También Platón me había dejado una huella imperecedera  - y en eso tengo que reconocer que fue más eficiente que algún novio. Y allí estaba yo, entre dos aguas. Dividida. (Como ahora).

Todavía recuerdo que Silvina se hartó y nos dejó a Marcelo y a mí discutiendo, como si se nos fuera la vida, acerca del ser de Heráclito. Si no hubiera regresado a forzarnos a abandonar esa conversación estéril, de seguro todavía estaríamos tratando de desentrañarlo y no hubiéramos pasado jamás el examen de filosofía. (De hecho, muchos años mas tarde, sentados al sol de la siesta sanlorenceña, seguía hablando de los mismo, pero esta vez con Riky).   
                                                       
Tan ocupada estaba en esos menesteres, que jamás aprendí a cocinar. Ni a hacer muchas otras cosas. Dividía mi tiempo entre las tediosas obligaciones y las noches. Las noches me salvaban. Porque leía, miraba televisión hasta altas horas o hablaba del mundo y de la vida con mis pacientes amigos. Era una adicción y, como tal, todavía me dura.
Es imposible hacer un recuento de esos años. Fueron apasionados e intensos. Seguramente fueron como fueron en virtud de mis elecciones, aunque a veces tengo mis dudas y culpo al destino.

De todo lo que viví, de los amores que amé, de los desamores, de las cosas que me pasaron (de esas que nos hacen sonreír secreta o abiertamente, henchidos de satisfacción como pavos reales y de las otras, de esos dolores por lo que no pudo ser o lo que nos causa el desaliento), no aprendí gran cosa. O sí. Porque todo depende del cristal ...

En primer lugar, puedo decir que sigo equivocándome de lo lindo. (Así que el hecho de tropezar con la misma u otra piedra nos termina llevando, como sea, a Heráclito).
Segundo: entre las pocas cosas que aprendí de la vida están las siguientes (el orden es aleatorio y por razones de espacio sólo se mencionan unos cuentos ítems, aunque la lista es más larga):
que Aquiles era gay;
que la lectura, el cine y la experiencia al final se juntan:  con D.H. Lawrence, Eisenstein y muchos margaritas supe todo acerca de México, aún sin haberlo visitado. (No sería honesta si dejo de mencionar a Carlos Fuentes,  Luis Miguel,  Rocío Durcal y a Cantinflas. (El chavo del 8 no cuenta). Podría seguir con los ejemplos pero, como todos sabemos, para muestra bastan algunos botones);
Que hay individuos que tienen una infinita capacidad para la crueldad, mientras que otros reafirman la banalidad del mal;
Que yo ya hice mi elección y me comprometí a luchar por mantener a raya la mía (a la crueldad me refiero): encuentro mucho mas erotizantes otras cosas;
Que ya he hecho los esfuerzos que tenía que hacer y ahora ya no me importa caerle bien a todo el mundo;
 Que la vida es demasiado corta para ser egoísta;
Que a la vuelta de la esquina me espera otra batalla, pero estoy preparada: yo se lo que hay que saber sobre el juego de las lágrimas, pero también se que a un día le sucede el siguiente y que hoy, ahora, estoy escribiendo esto, con la noche como aliada, sintiendo el aire frío que se filtra por la ventana. “Sintiendo”;
Y con respecto a mis desvelos, a la angustia de la existencia, a los miedos diversos, a los fantasmas… pués muy bien, gracias. Siguen gozando de buena salud, así que vienen, cumplen su función (son muy eficientes y saben hacer su trabajo muy bien), pero después, con la tranquilidad de la tarea realizada, se toman unas buenas vacaciones y me dejan por un tiempo. Con un par de kilos de más (yo no tengo la suerte de aquellos a quienes les provoca el efecto contrario y quedan más elegantes y fotogénicos), algún olvido, algún extravío, algún ex-abrupto producto (¡aguante la cacofonía!) del malhumor ocasional o reacción “leche hervida”.

En suma, que sigo aquí intentando no tomarme tan seriamente, haciendo denodados esfuerzos por conectarme con lo más valioso que tenemos, que es nuestra alma, y trabajando con esa otra parte de nuestra naturaleza caída, con la conciencia de que la lluvia, siempre, en algún lugar, bendecirá la tierra.