Sin Otoño, sin Primavera (Ecuador, 2012)
Podemos decir que a Iván Mora Manzano ya se le ve
oficio. No solamente porque puede verse el buen trabajo de la edición, sino
porque maneja la cámara con mucha maestría para contar esta “balada punk”, que
narra las historias de un grupo de jóvenes guayaquileños, que de alguna manera
se van conectando en una suerte de rompecabezas que no necesariamente termina
como promesa festiva porque no propone tipos de identificación fácil.
Exuberante, podríamos arriesgar. Con
mucho flash-back y flash-forward, con una estética que acompaña la narración y
que se disuelve en la lentitud y en el vértigo de una existencia que no termina
de aceptar lo establecido, que quiere evadirse, que propone la anarquía como
una búsqueda y una salida.
Hipermoderna, hipertélica, sin duda. Con una escalada de
imágenes y una velocidad de las secuencias que acompañan la otra lógica del
exceso: drogas, sexo, la de la corrupción.
Los héroes en realidad son anti-héroes (neo-héroes?).
Son los jóvenes que “rockanrolean”, que buscan, que son parte del sistema
porque pertenecen a una acomodada clase media de Guayaquil, pero que no quieren serlo. Hay amor, hay amistad, hay evasión. Muy buenas bandas sonoras. Y muy buenos planos conjuntos y planos contra planos.
Muy interesante trabajo del joven director ecuatoriano. Tal vez abuse de
algunos chichés y no sea para todos los paladares, pero nos pinta un cuadro de
la vida urbana actual de Guayaquil, de la que poco sabemos. Es que no se hace
mucho cine en Guayaquil, nos dice Iván. Así que celebramos su debut.
Advertimos que poco a poco va aumentando
la producción cinematográfica del Ecuador y es deseable que el apoyo oficial y privado se
extienda, porque definitivamente hay talento allí.
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