Tres historias:
un policía (Giovanni Ciccia), que tiene a su esposa afectada por un extraño mal
que va deteriorando poco a poco su salud y que debe afrontar un costoso
tratamiento; un barra brava (Sebastián Monteghirfo) que preocupado en ayudar a su
hermano menor que es detenido y corre el riesgo de ser trasladado a una cárcel
de mayores debe enfrentar, además, una disputa por el liderazgo de los
hinchas; un estafador y chófer de buses
suicida (Ismael Contreras), que tuvo un trágico accidente, y abandonado por
su esposa y su familia busca sentido intentando incorporarse a una cuadrilla
del Señor de los Milagros. Una ciudad: Lima. Y la coincidencia: el azar (¿?) que
los termina juntando.
El inicio de
este trabajo de Eduardo Mendoza de Echave nos recuerda esa gran
película que fue “Amores Perros”(2000), del mexicano Alejandro González
Iñarritu, a las que le siguieron “21 gramos” (2003) y “Babel” (2006) del mismo
director; “Traffic” de Soderbergh (2000); "Crash" (2004) del Paul Haggis, “Vidas – también- cruzadas” (Short cuts) de
Robert Altman, sin mencionar ejemplos en el historial de Truffaut, Allen o Wong
Kar-Wai, por citar algunas. En esa línea, pero a su modo, “El evangelio de la carne” muestra la realidad de las continuas
caídas de la existencia y de la perpetua búsqueda de redención.
El propio título
del filme ya anuncia el relato de una vida en donde el cuerpo va a ser la palestra que da cuenta de esas derrotas y es objeto de disciplinamiento (la
enfermedad de la mujer del policía Gamarra; los pies ulcerados de Félix). Muestra, también, las contradicciones a las que nos enfrentamos los seres
humanos, en donde queda aniquilada cualquier posibilidad de interpretación binaria de la
conducta: Félix trabaja falsificando dólares pero también participa de los
preparativos para la fiesta del Señor de los Milagros – su mayor deseo es que
la Hermandad le permita cargar la cruz- y será quien provea secretamente el
dinero necesario para comprarle la debida ofrenda. Narciso, a su turno, se
debatirá entre su pertenencia a la hinchada de su equipo de futbol, en donde se
juega una dialéctica de reelaboración dinámica de sentido y lealtades y las identidades son construcciones siempre precarias, y la
responsabilidad ante su hermano menor, encarcelado por un impensable accidente.
Esa lógica que divide al mundo en
amigo/enemigo cede en el enfrentamiento ritual y las identidades creadas en
función de ciertas pertenencias se articulan y yuxtaponen con otras que se
conforman entre los solapamientos e intersticios que dejan aquellas: Narciso va
a ver al chico mal herido a raíz del
accidente por el que su hermano está preso y abraza a la madre; el policía Vicente Gamarra advierte a Nancy (Cindy Díaz) que atiende un negocio informal de venta
de artículos de computación de la realización de una redada y ella, a su vez,
organiza una pollada para recaudar fondos para ayudar a la cura de la
enfermedad de Julia (Jimena Lindo), la mujer de aquél, mientras lo provoca para
seducirlo. De alguna manera, todos y cada uno de los personajes de las historias
principales y secundarias, (como la del compañero de Gamarra, Ramírez,
interpretado por Lucho Cáceres) se enfrentan a una lucha desigual e injusta
ante la adversidad que parece enseñorearse del destino de muchos, sin
posibilidad de escapatoria.
Planos
cenitales, contraplanos para crear sensación de intimidad, la actuación no
siempre pareja del elenco – integrado con algunos actores no profesionales-,
dan cierta frescura a esta película coral en la que la principal
protagonista, como sucede en las de su género, es la ciudad: una Lima de
octubre en la canción que la celebra que descubre, como en las cajas chinas,
historias de realidades alternativas que apenas se rozan, que se desarrollan
con gran dinamismo y le dan color y riqueza a esta interesante producción
peruana.
"El evangelio de
la carne" fue seleccionada para representar al Perú en los premios Oscar de la
Academia y ha obtenido diversos galardones en su país de origen.
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