Friday, September 7, 2018

A ese amor. A ese pájaro dorado.


Es diciembre de 2017. Eso ya lo dice todo.
 Repasemos los hechos. Una guerra olvidada en Yemen. Los vientos de Santa Ana azuzando el fuego en California en lo que pareciera otra entrega de cine catástrofe. (Los terremotos en Irak y Micronesia, como la guerra en Yemen no cuentan. Están muy lejos. También Siria. Es una tragedia. Lo hemos asumido. Tan campantes). Nuevas cruzadas se preparan para reconquistar Tierra Santa. No se sabe bien quienes son ahora los turcos selyúcidas. Se trata de una noticia apócrifa.
Se ha perdido un submarino. Es digno de un cuento de Ray Bradbury. Los troles se divierten sin importarles que les crezca la nariz como a Pinocchio. La lista sigue.
Ya no quiero seguir bailando la danza de la destrucción.  Vení. Salgamos un rato. A tomar aire fresco. Vamos a hablar de amor.
Revisando papeles viejos encontré una carta. Casi descolorida, con una bella letra  de caligrafía. Estaba dirigida a una tal Beatriz y la firmaba un tal Juan Carlos. Su brevedad me permite transcribirla: “Amor mío: te amaré siempre. Eternamente. Te ruego que destruyas esta carta, apenas termines de leerla.”
No sé cómo llegó a mis manos. No se tampoco por qué la conservé. Esa Beatriz podía haber sido la del Dante o Beatriz Viterbo, claro. También podía haber sido yo.
Te confieso, sin embargo, que a mí se me ha dado mejor el papel de Juan Carlos.
Yo soy la que se acuerda todavía de tus ojos de mar y del bronce de tu piel.  Que despertábamos abrazados, con ganas de seguir amándonos. Era una mujer enamorada y hubiera hecho lo que fuera para tenerte en mi mundo y mantenerte allí. La misma que un día quería morirme por vos. Pero tranquilo. No te voy a molestar. No te culpo del pasado. Ya lo ves, la vida siguió así. Yo fui esa gata bajo la lluvia. La que necesitaba saber si querías ser mi amante. Yo era la que decía “no puedo vivir, si es vivir sin vos”. La vida éramos vos y yo, aunque sabíamos que había montañas en el camino.
Las mañanas de septiembre todavía pueden hacer que me sienta así. El amor de mi vida has sido y seguís siendo vos. No tengo dudas de lo que debió haber sido lo nuestro. (Siempre es buena la ignorancia. No hay consuelo en la verdad).
  Te quedaste en las canciones. Hasta en las de escaso valor literario. Para que yo pudiera escribir mi biografía.