Tuesday, July 27, 2021

De quehaceres y de gentes




                   De vuelta a la fisioterapia. Es la historia de la lavanderita que dio aquel mal paso, pero literal. Después de un par de sesiones en las que casi me convence de que su intención era romperme los 25 huesos del pie que me quedaban sanos, el fisioterapeuta, un buenmozo que podría reemplazar a Richard Gere en la foto de la rosa, ha abandonado temporariamente el barco. Va a ser papá de nuevo. Será una sorpresa porque no sabe el sexo del bebé. A su debido tiempo la definición del género puede ser otra. Se despidió con la sonrisa en los ojos y me dejó en manos de Hailey, una dulce que tiene un cuerpo que parece dibujado. Le tengo que preguntar dónde se compra las calzas. Aunque dudo que sean mágicas.

 

                       En seguida advierto que no tiene ni la confianza ni la experiencia de su jefe, y la insto a aumentar la presión del masaje y de los electrodos. No porque disfrute particularmente del bondage y de las prácticas sadomasoquistas, pero es que casi no los siento. Entonces ella se excusa y me dice que todavía está aprendiendo. Y cuando le comento que Michael, que es su jefe, intenta hacerme llorar, me contesta que lo sabe bien porque le hizo fisio cuando tuvo un accidente que la llevó a cambiar de carrera.

 

Era inevitable que le preguntara qué hacía antes. La respuesta me dejó boquiabierta, aunque ella nunca se enteró porque la tenía tapada, por supuesto. ¡Vaya que conocí gente!  De neurocirujanos a asesinos ocasionales. Jugadores de póker en línea, matarifes, chicas y chicos de la noche, manifestantes, marines, titiriteros y otros presidentes (y presidentas). Pero hasta ahora no había conocido a una ex entrenadora de tiburones. Por suerte el accidente lo tuvo fuera del agua sino corría el riesgo de convertirse en su cena. Sus pupilos fueron los tiburones de arena del acuario Ripley. Unas monadas de gran afición por la comida, por lo que no era muy difícil hacerles hacer algunos trucos. 

Y esto en un día como cualquier otro. Tan pródiga en sorpresas es la vida. Me juré que no me inmutaría si se cruza en mi camino algún lancero bengalí.