Conducta (Cuba, 2014)
Todos sabemos de la dilatada
trayectoria y de los quilates del cine
cubano. Esta conciencia entraña un doble riesgo: el de cifrar demasiadas
expectativas en cada muestra y el de llegar a ser muy severos en la crítica.
“Conducta” de Ernesto Daranas no solo cumple acabadamente con las primeras sino
que neutraliza cualquier pero y nos arrincona: con todas las reglas del arte,
con la actuación excepcional de actores profesionales y de vecinos del barrio
en el que se rodó la película, nos habla del rescate de valores esencialmente
humanos, que no son sino los que animaron la propia Revolución cubana: la
solidaridad, la rectitud y el respeto a la dignidad.
El relato devela una crítica que por
momentos abandona los límites estéticos de la metáfora para tomar cuerpo en el
discurso que se queja -como el gozne algo oxidado de la puerta al herir la madera-
de un estado de cosas en el que las burocracias y las normas fueron haciendo un
sistema cada vez más intrincado y obtuso, y denuncia su anquilosamiento frente
a una realidad de contornos cada vez más dramáticos que habla de pobreza, de
carencia, en donde sólo lo que tenemos de humano puede servir para oponernos a
la exclusión moral, a la violencia de la derrota que significa el abandono, la
discriminación, el desclasamiento.
Chala es un niño de once años con serios
problemas de conducta, cuya infancia fuga con el peso de la responsabilidad de
ocuparse de una madre alcohólica y adicta (Juliet Cruz) y de llevar el pan a la
mesa, trabajando en la cría de perros de pelea y de palomas. Los problemas de
Chala se evidencian en esa arena simbólica privilegiada que es la escuela, donde
se juegan y reproducen conflictos familiares y sociales. La salida mas sencilla
para estas “patologías” es la de enviarlas a escuelas de re-educación, prueba del
reconocimiento de la derrota, a lo que Carmela, una veterana docente y maestra
de Chala se opondrá terminantemente, aun a riesgo de jugarse el puesto. Es
Carmela (en la excelente y memorable actuación de Alina Rodríguez) quien encarna
la voz de los valores revolucionarios que parecen haber quedado solamente en
las canciones patrias.
A la historia de Chala se suma la de Jeni
(Amaly Junco) , compañera de escuela de la aquél está enamorado, y
su padre, Pablo (Héctor Noas), “palestinos” -como empezaron a llamarse con connotación peyorativa a quienes
dejaban el Oriente del país para dirigirse a La Habana en busca de un mejor destino-,
que habla también de otro fracaso, que asocia marginalidad con migración
interna y la condena a la discriminación
y a la segregación.
Con todo el dramatismo que en si mismo
envuelve la trama, Daranas propone una salida digna. Hay un “precio” que pagar
éticamente. Es que en el sentido de Walter Benjamin, todo monumento de cultura
–de civilización- es, también, uno de barbarie. Y es aquí donde la historia da
un giro. Hay un retoño. Alguien finalmente “entiende”. Sigue siendo un maestro
quien nos devuelve una tímida esperanza.
Cada minuto de “Conducta” es un placer
estético y visual. Un impecable montaje y fotografía hacen, además, que la
historia fluya sin fisuras. Una escena impacta al comienzo de la película: la
de Chala, masculinamente serio, echando una paloma a volar en el cielo de una
Habana que se ha ido destiñendo, lo
que no le quita un ápice su particular belleza. Las palomas van a estar
presente a lo largo de la película, llenas de significado. En la imagen inicial,
Chala sostiene una en alto y el animal aletea peleando por zafar de la prisión
de la mano. La cámara registra la lucha y esos segundos descalifican el grito
de libertad con el que usualmente se identifica a las palomas. Evocarán,
después, otra metáfora, más relacionada a la tristeza y decepción - como aquellas de Rodoreda en la Plaza del Diamante-,
de quien aun ante un cielo diáfano, sin fronteras, no tiene en su mano –porque
no puede tenerla- la posibilidad de una salida. Pero la paloma también alude a
las virtudes espirituales sobre las que la película discurre: la piedad, el
candor, la caridad, la mansedumbre, y también a una económica pero genuina alegría.
De todo eso nos habla “Conducta”.
A más de la destacada actuación de Rodríguez
y de Armando Valdés Freire como Chala, es ponderable la del grupo de niños y
niñas que hacen de compañeros de clase de aquél, como amigos y antagonistas,
sin ninguna experiencia actoral.
Hay oficio en el trabajo de Daranas, que
se hizo a partir de mínimos recursos y solo demandó siete semanas; sensibilidad
en la mirada, en el manejo del tempo del drama y en el hecho de que se
gana al espectador, despacito, sin apelar a golpes bajos.
“Conducta”, galardonada en su país y
candidata a los premios más importantes de la cinematografía, abrió la Edición
2014 del Festival Iberoamericano de Cine de Nueva Inglaterra. Sin duda alguna,
el cine de nuestra América - como
decía Martí-, no podía estar mejor representado.
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