Monday, October 27, 2014

“El evangelio de la carne” (Perú, 2013)

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Tres historias: un policía (Giovanni Ciccia), que tiene a su esposa afectada por un extraño mal que va deteriorando poco a poco su salud y que debe afrontar un costoso tratamiento; un barra brava (Sebastián Monteghirfo) que preocupado en ayudar a su hermano menor que es detenido y corre el riesgo de ser trasladado a una cárcel de mayores debe enfrentar, además, una disputa por el liderazgo de los hinchas; un estafador y chófer de buses suicida (Ismael Contreras), que tuvo un trágico accidente, y abandonado por su esposa y su familia busca sentido intentando incorporarse a una cuadrilla del Señor de los Milagros. Una ciudad: Lima. Y la coincidencia: el azar (¿?) que los termina juntando.

El inicio de este trabajo de Eduardo Mendoza de Echave nos recuerda esa gran película que fue “Amores Perros”(2000), del mexicano Alejandro González Iñarritu, a las que le siguieron “21 gramos” (2003) y “Babel” (2006) del mismo director; “Traffic” de Soderbergh (2000); "Crash" (2004) del Paul Haggis,  “Vidas – también- cruzadas” (Short cuts) de Robert Altman, sin mencionar ejemplos en el historial de Truffaut, Allen o Wong Kar-Wai, por citar algunas. En esa línea, pero a su modo, “El evangelio de la carne” muestra la realidad de las continuas caídas de la existencia y de la perpetua búsqueda de redención.

El propio título del filme ya anuncia el relato de una vida en donde el cuerpo va a ser la palestra que da cuenta de esas  derrotas y es objeto de disciplinamiento (la enfermedad de la mujer del policía Gamarra; los pies ulcerados de Félix). Muestra, también, las contradicciones a las que nos enfrentamos los seres humanos, en donde queda aniquilada cualquier posibilidad de interpretación binaria de la conducta: Félix trabaja falsificando dólares pero también participa de los preparativos para la fiesta del Señor de los Milagros – su mayor deseo es que la Hermandad le permita cargar la cruz- y será quien provea secretamente el dinero necesario para comprarle la debida ofrenda. Narciso, a su turno, se debatirá entre su pertenencia a la hinchada de su equipo de futbol, en donde se juega una dialéctica de reelaboración dinámica de sentido y lealtades y las identidades son construcciones siempre precarias, y la responsabilidad ante su hermano menor, encarcelado por un impensable accidente.

 Esa lógica que divide al mundo en amigo/enemigo cede en el enfrentamiento ritual y las identidades creadas en función de ciertas pertenencias se articulan y yuxtaponen con otras que se conforman entre los solapamientos e intersticios que dejan aquellas: Narciso va a ver al chico mal herido  a raíz del accidente por el que su hermano está preso y abraza a la madre; el policía Vicente Gamarra advierte a Nancy (Cindy Díaz) que atiende un negocio informal de venta de artículos de computación de la realización de una redada y ella, a su vez, organiza una pollada para recaudar fondos para ayudar a la cura de la enfermedad de Julia (Jimena Lindo), la mujer de aquél, mientras lo provoca para seducirlo. De alguna manera, todos y cada uno de los personajes de las historias principales y secundarias, (como la del compañero de Gamarra, Ramírez, interpretado por Lucho Cáceres) se enfrentan a una lucha desigual e injusta ante la adversidad que parece enseñorearse del destino de muchos, sin posibilidad de escapatoria.

Planos cenitales, contraplanos para crear sensación de intimidad, la actuación no siempre pareja del elenco – integrado con algunos actores no profesionales-,  dan cierta frescura a esta película coral en la que la principal protagonista, como sucede en las de su género, es la ciudad: una Lima de octubre en la canción que la celebra que descubre, como en las cajas chinas, historias de realidades alternativas que apenas se rozan, que se desarrollan con gran dinamismo y le dan color y riqueza a esta interesante producción peruana.


"El evangelio de la carne" fue seleccionada para representar al Perú en los premios Oscar de la Academia y ha obtenido diversos galardones en su país de origen.



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